15 diciembre, 2009

Caminando las escamas de la serpiente (segunda entrega)


Paracho (9/12/09))
Taretzuran  y San Antonio son los cerros que me cobijan esta mañana, es un día hermoso. Los dos cerros nos cobijan con su neblina.  Es el tercer día en Paracho y es un lugar increíble, las mujeres ríen mucho, como lo había dicho la güera, se levantan temprano y van a la plaza a vender su atole, pan y comida a los habitantes y visitantes de esta tierra. Más tardecito llegan los  lauderos cargando maderas talladas, maderas talladas con sus propias manos. Por doquier se ven todo tipo de instrumentos de cuerdas colgados de los aparadores. Paracho es un pueblito de madera que ha sido moldeado de generación en generación. Había que conocer sus pueblos pa conocer su magia. Más adelantito de Paracho  está  Aranza, luego Cherán y luego Sebina y otros tantos que aun me cuesta pronunciar porque no conozco su lengua.
Son los pueblos purépechas, con su gente cálida la que nos alegra los días. Como Germán, el amigo que este día nos ha ofrecido su humilde cabaña para reposar, nos cuenta de sus tradiciones. Es un artesanos purépecha que trabaja con papel picado, elabora flores con papel crepé para vender en la plaza, va caminando los jueves y domingos con su cajita de cartón.
Es la primera vez  que duermo en una cabaña de madera genuina, y recuerdo los sueños de irme a vivir al bosque, tener mi propia cabañita, encender el fogón, prepararme un café, leer un buen libro, pensar en lo que he hecho con mi vida. Pero eso son sueños de un futuro impredecible (o como dijera Luis Alvares, “tristes alucines de un poeta viejo”)
El día de ayer me trasladé a Sebina, un pueblito a una hora de Paracho, tenia la intención de asistir  a un encuentro de medicina tradicional tradicional. Pero en su lugar me encontré con la celebración de la divina concepción. Me fue bastante grato no encontrar la trillada procesión y la fiesta religiosa en honor al santo patrón. En su lugar había UN FESTIBAL EN HONOR A LA RAZA PURÉPECHA; gente llegada de diferentes comunidades reviviendo cantos, bailes, poesía de su tradición. Esto mis amigos es resistencia, porque quién dijo que no había resistencia en México. Son estos pueblos resistiendo a ser homogeneizados los que, aferrándose a la tradición, llevan 500 años de resistencia, aún van a las plazas a ofrecer sus productos: verduras, frutas, quesos (Muy ricos) todo trabajado con sus manos, cultivados y cosechados con su esfuerzo.
Tenia razón Soco que al  venir aquí uno se pregunta “qué hago en estos lares olvidados de la globalización”: pues uno viene aquí a conocer los modos de resistencia. Porque así se resiste en estos pueblos de América Latina, conservando la tradición, la lengua, las raíces.
Volviendo al festival, en principio unos actores abrieron el programa con el cuento de “Francisca  y la Muerte”, un cuento que yo había leído hace ya mucho años; imagínense que era aun un niño. Pero lo recordaba todito porque hablaba de una viejecita que nunca pudo ser encontrada por la muerte porque cuando ella llega doña francisca ya se ha ido a otro lugar, siempre anda muy ocupada con las labores de la casa, del campo, labrando la tierra, sembrando maíz. Dice la muerte que se la quiere llevar por ser muy viejita y andar sembrando la tradición, y eso no está bien, y por eso se lava a llevar.
Después de la tan bien adaptación al teatro y  la actualización contextual del cuento siguieron la danzas, la música, el atole, la poesía purépecha, dela que desafortunadamente no entendía mucho por ser en otro lengua (la que yo desconocía), tampoco conocía estas manos, estos rostros, morenos como el mío,  esos ojos que se despiertan todos los días nomas pa seguir viviendo, pero como les  enseñaron, los antepasados que se vive: alimentando la tradición con el vivir de todos los días.
Sus fiestas no necesitan de los grandes presupuestos gubernamentales, ni de grandes ferias y expo ventas para agasajar turistas, porque la fiesta es para ellos, no la comercializan, pero eso sí, sí son pueblos mágicos porque con lo poquito que tienen van haciendo sus vidas, poniéndose alegres con su música, alegrando las plazas con fogones, resistiéndose a ser un producto más del mercado.  

Atentamente: Andrés Méndez Tepech

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