26 junio, 2006

Libélula

Escrito por: Jorge Esteban L. García
Foto: Elignaro


Algo me dice que el corazón se rompe cuando lo queremos ver de cerca, porque ya no se advierte la sangre como forma de vida sino como objeto de estudio; pero ha la ciencia que nos ha dado tantas explicaciones. Pero ha la pasión que nos ha dado más, como todos los otros seres del planeta, que están allí simplemente para cumplir su función en un mundo que nosotros (seres que tenemos la función principal de amar y estar concientes), hemos hecho pedazos.

Foto: Elignaro
Después de muchas tardes en que no sé nada de las libélulas, una cae "felizmente" muerta en una de las ventanas donde trabajo. Tiene muchos colores y detesto agarrarla, me da miedo tomar a los insectos, no sé por qué. Las ventanas se quedan abiertas algunas noches y permiten la entrada de muchos seres, dicen que fantasmas, animales extraños, bestias desconocidas, y otros, por eso mi temor.
Habrá que enseñar a la mosca a salir de la botella, con ella no hay problema, de seguro hasta me las he comido. Porque la sopa sin mosca no es sopa. Sobre todo de fideo, a veces cae en la de letras, pero por lo regular es en aquella. En la de codo también cae seguido, las moscas saben en que lugar aterrizar.
Lejos del temor, haciendo caso de mi admiración, observé con detenimiento sus alas y son como muchas telarañas demasiado bien organizadas, me sorprende ver esa malla color negro. Tienen la forma de esas medias que usan las putas para cachondear al toro. Cómo es la naturaleza. En el mar hay cada cosa, tan extraña, sin medias. Y pensar que en una biblioteca encontraría algo más traumante.
Los ojos gigantes aún se notan felices. No sabía que los insectos murieran en ese estado anímico. De seguro se debe a que no se preguntan por la felicidad.
Después de haber causado mucho revuelo entre mis sobrinas, lo han tomado como un juguete, al que llevarán a la escuela para presumirlo (es más interesante que una barbie), seguro. Sabían de hormigas, moscas, abejas, arañas, "vobiras", etc., a su edad cada ser nuevo es magia, como el unicornio que siempre les he prometido encontraré. Sí existen los unicornios, los he visto. Bertrand Russell se atrevió a ver uno, y no estaba borracho.
Libélula con ojos gigantes, siguen felices a pesar de su muerte, tenía que hacerlo algún día, pero lo más bello es que al fallecer sus alas quedaron abiertas y completamente expuestas, luciendo toda su belleza e ingeniería. Los colores no se han ido, es más, cada vez lucen mejor; e insisto en ello porque me sorprende cuanto desvaloramos la naturaleza.

Foto: Elignaro

Cómo la pintaría el maestro Toledo, cómo lo pintaría esa dama de ojos negros o la de ojos claros, o la rosa desconocida del otro día, o la mano que perdió al cuerpo.
Ya se siente demasiado vista, necesita descansar en su misma naturaleza, cada que la muevo pierde una pequeñísima parte de su cuerpo. Nuestras uñas también se pierden, son células de tiempo. Uno que otro peñejo y algunos dientes; el pelo y la fuerza; después no sé. Macondo no se pudo hacer realidad, a pesar de que existe en el tiempo.
Murió dentro de una biblioteca, como muchos insectos más, como muchos roedores, como muchas aves, como muchas letras, necesita estar allí, donde nació: cerca de la naturaleza. Nunca debajo de montones de tierra, nunca en el fuego. Jamás encerrada en las páginas de una enciclopedia.


Foto: Elignaro