18 agosto, 2011

DESPLEGADO EN DEFENSA DE LA FILOSOFÍA Y LAS HUMANIDADES

Lic. Felipe Calderón Hinojosa.
Presidente de los Estados Unidos Mexicanos.

Mtro. Alonso Lujambio.
Secretario de Educación Pública.

Comisiones de educación de la Cámara de Diputados y Senadores de la República Mexicana.
La filosofía es y ha sido desde su origen una conciencia crítica de la sociedad fundada en la argumentación, la racionalidad y la búsqueda de un mundo en el que impere la justicia. Su enseñanza ha permitido históricamente que tanto la sociedad como el individuo sean más conscientes y libres.
Nuestro país requiere de una educación basada en la reflexión sobre los actos y normas morales (que sólo proporciona la Ética), en la organización consistente de nuestros pensamientos y la coherencia de nuestras argumentaciones (Lógica), en el cultivo de las formas de la sensibilidad y enjuiciamiento mostradas en las artes y la literatura (Estética) y en el cultivo del diálogo y el respeto a las razones del otro (que es uno de los cometidos de una Introducción a la Filosofía). La filosofía permite que se tenga una mejor comprensión cultural de la nación de la que se forma parte.
A nadie escapa que nuestra sociedad se encuentra en crisis y requiere de soluciones urgentes y a largo plazo. Nuestra juventud es el sector más sensible porque atraviesa un momento de su existencia en que organizará su autocomprensión del mundo y fundamentará los valores que guiarán su acción futura. Por todo lo anterior, no se puede aceptar que se prive a nadie —en especial a quienes se encuentran cursando la Educación Media Superior—de los bienes de una enseñanza filosófica tal y como lo está haciendo la Reforma Integral de la Educación Media Superior (RIEMS), desde que fue iniciada por el gobierno hace ya dos años y medio.
Tampoco se puede aceptar que un Acuerdo (el 488) que fue producto de nuestro reclamo y que implicó la restitución del Área de Humanidades así como la reivindicación de las disciplinas filosóficas mencionadas como básicas y obligatorias, pretenda ser anulado mediante argumentos sofísticos. Agreguemos que dicho Acuerdo fue aceptado en forma unánime por las autoridades educativas del país (22/05/09) y publicado en el Diario Oficial de la Federación (23/06/09).
Lo primero que está en el orden del día es la necesidad de la enseñanza de la filosofía mediante cursos íntegros que lleven sus nombres clásicos; impliquen contenidos adecuados y sean impartidos por personas formadas en nuestra profesión, independientemente del método con el cual se enseñen. No aceptamos, por ningún motivo, que se elimine, disminuya, disfrace o distorsione la enseñanza de la filosofía y reiteramos por ello a las autoridades educativas del país nuestra enfática negativa a que esto ocurra.
Las autoridades no pueden poner oídos sordos, como lo han hecho hasta ahora, a una enérgica demanda de la comunidad filosófica, científica y humanística, nacional e internacional, y menos incumplir los acuerdos que se han suscrito si es que en verdad nos encontramos en un Estado de Derecho.
Nuestro país requiere una educación sólida que implique una integración equilibrada de la técnica, la ciencia y las humanidades para lograr que los jóvenes se preparen adecuadamente para los retos del futuro y al margen de la violencia que hoy nos embate por doquier. Esperamos su respuesta.

México, D.F. 8 de agosto de 2011.

13 julio, 2011

En Memoria de Ricardo Avilés Espejel

Fue quien defendió la idea de que podemos usar nuestras armas para defendernos, que no necesitamos excudarnos en citas recurrentes o en autores que nunca conocimos, que somos capaces de pensar y construir ideas para nuestro mundo, que aprendemos pero también creamos. Nos enseñó la religación y la religiosidad como máquinas de humanización, nos dijo miles de cosas pero fueron más las que escuchó de nosotros. Al igual que a muchos, le debemos este lado racional-rebelde, le debemos la ocasión de pensar con y para los demás.
Al maestro Ricardo Avilés Espejel, dado que la edad le dio la habilidad de ser humano. Fallecido hoy en algún lugar y en algún momento de su vida.    

22 junio, 2011

Monsi después de Monsi

Elena Poniatowska
-Monsi, ya destruiste los brazos del sillón.
–Vais, si sales a la calle de nuevo, juro que no vuelvo a abrirte la puerta.
–Monsi, o entras o sales. No tengo todo el tiempo de la vida.
–Vais, rompiste las ramas más tiernas del limonero.
Monsi es un gato del género masculino, vestido de smoking.
Vais, atigrada, es mujer y es más bonita que Monsi, pero pesa menos, es clandestina, tiene una vida secreta, desaparece sin avisar y la primera vez que la busqué en la plaza de San Sebastián, en Chimalistac, grité por encima de las bardas, subí al campanario y por fin al tercer día regresó tan campante.
–¿Por qué me haces eso?
Monsi y Vais eran tan pequeños que cabían uno en la mano derecha, otra en la izquierda. Una guajolota enojada se disponía a sacarles los ojos en un corral de Tomatlán y los rescaté para traerlos a San Sebastián. Ahora padezco a los dos gatitos como padecí a Monsiváis, porque amarlo era padecerlo.
–Al rato te hablo.
–Marco tú número dentro de 10 minutos.
–Llámame tú el sábado.
–Voy a salir, te busco en la noche.
A la mañana siguiente intentabas de nuevo a ver si tenías suerte de encontrarlo por teléfono y del otro lado de la bocina fingía la voz:
–No está, salió en la madrugada a Madrid, soy su tía María.
En la tarde, era fácil reconocerlo en el Vips de la avenida Tlalpan, a la altura de San Simón, frente a unos frijoles caldosos.
–¿No que habías ido a España?
–Ya vine.
Entonces la letanía se iniciaba:
–No llegaste.
–No llamaste.
–Te esperé dos horas.
–Me plantaste.
–¡Cómo eres malo!
–¡Qué malo eres!
Invitarlo a comer era otra forma del suplicio:
–No vayas a llegar tarde.
–¿A qué hora dijiste?
–A la normal, a mi hora, a las dos y media. Tú eres el plato fuerte.
Llega a las mil, para merendar. Y si uno reclamaba, decía:
–¿No dijiste que a tu hora? Esta es tu hora.
El sonreía con su cara de gato.
Ahora dos gatitos recogidos son la presencia total de Monsi en la sala, en el comedor, en la recámara, en la escalera, en los pasillos, en la cocina, en el lavadero, a todas horas, en todo momento, día y noche. Digo Monsi y Vais 10 o 20 veces al día. Los dos nombres resuenan entre el piso y el techo, el cielo y la tierra, son un encantamiento que repito una y otra vez, un conjuro contra la ausencia, una pócima que disminuye la soledad. Imagino que Monsi, que era un hombre ciudad, como lo llamó Adolfo Castañón, ahora mismo sube al Metro, está parado en la esquina de San Simón y le hace seña a un taxi, se citó con El Fisgón en la Zona Rosa, está por ir a comer a casa de Iván en la calle de Amatlán, donde por cierto va a llegar tarde, para variar.
Antes de junio de 2010, a las siete de la mañana, si sonaba el teléfono, corría yo, sólo podía ser él. Monsi se convirtió en el consejero áulico de Marta Lamas, de Chema Pérez Gay, de Iván y de Nelly Restrepo. Hoy por hoy su risa matutina hace una gran falta, una falta horrible. Lloraba de risa y su risa tenía mucho de gato, una risa única que ojalá y haya quedado grabada. Imitaba a unos y a otros, Y antes de colgar decía.
–¡Qué mala eres!
–¿Yo? Pero si todas las malditeces las dijiste tú. Yo sólo reí.
–Eres mala, de veras, mala como nadie, eres lo más malo del mundo.
Hace dos días, el viernes 17 de junio en la noche fuimos a una ceremonia íntima a El Estanquillo, convocados por su director, Moisés Rosas, la tía María, Beatriz y Araceli, Rubén y Mauricio, Carlos, Chema y Lilia, Marta Lamas, Consuelo y Julia, Carlos Bonfil, Jenaro Villamil, Jesús Ramírez, Alejandro Brito, Victor Acuña, Armando Colina, Rodolfo y Jesús, porque las cenizas de Carlos iban a depositarse en una urna.
–Es una ceremonia privada, de muy poca gente.
La urna la hizo Francisco Toledo y su forma, su volumen, su redondez de tierra, la convierte en un abrazo, un recibimiento excepcional. La urna acoge, cobija, se ahonda, suena a barro. Lentamente pulida, brilla trabajada por las manos del buen alfarero, del creador y del artesano, del que sí sabe hacer las cosas y, sobre todo, sabe rendir homenaje al amigo. Es una urna de extraordinario carácter que refleja los muchos experimentos técnicos que ha hecho Toledo con el barro, la madera, todas las sutilezas de la materia, pero sobre todo el sagrado sentido de la vida. Cuando la vi pensé que William Blake le cantaría como al tigre que brilla en la selva de la noche y le pregunta qué mano inmortal lo hizo, quien construyó su temible simetría. En realidad, la urna es un gato que se redondea sobre sí mismo para dormir su larga vida de siete vidas. Envuelto en su cola, su pelambre resalta por encima del barro y su cabeza de gato tiene la cara del Monsiváis de los buenos días, el que sonreía. A Toledo le preguntaban: ¿Quién hace el prólogo de tu libro? Monsiváis. ¿Quién presenta tu exposición? Monsiváis. ¿Quién va a escribir el catálogo para la muestra en Los Ángeles? Monsiváis. “¿Quién quieres que te acompañe? Monsiváis. ¿A quién invitamos al mitin? A Monsiváis. ¿Para quién es este cuadro? Para Monsiváis. “¿Quién quieres que acabe con el gobernador? Monsiváis. ¿De qué quieres que se hable en el encuentro de intelectuales? De Monsiváis. En la urna están todas las respuestas de Toledo a Monsiváis, el amor al coleccionista, el amor al crítico, la devoción al pensador, la admiración por los escritos de un hombre que logró catequizar a los indios remisos. Toledo, el pintor de las tenaces raíces zapotecas, también llenó la urna de iguanas, de mariposas, de tortugas, de peces, de jaibas, de cangrejos y los puso a cantar al unísono. La urna tiene símbolos ocultos, códices y máscaras del México antiguo, la urna es un organismo viviente en el que todo se corresponde, el agua que sigue cantando en el barro, las sutilezas de la materia, su complejidad, responden a las huellas digitales de las yemas de los dedos de Toledo que moldearon esta corona mortuoria. Porque en verdad, la urna es una corona. Y en verdad también, sólo Toledo podía coronar a Monsiváis.
De tanto escribir sobre movimientos sociales, el propio Monsi se ha vuelto un movimiento social. Cada vez que nos reunimos la conversación termina girando invariablemente en torno a Monsi. ¿Qué tiene Monsi que nos jala como una central de energía, como una centrífuga que nos hace picadillo en torno a sus aforismos, sus sarcasmos, las horas de su vida, sus prodigiosas mentiras, sus prodigiosas verdades?
Me atrevo a una respuesta. Monsi iba directo a la esencia, su gran entereza, su lucidez implacable, su inteligencia crítica, su falta de poder personal y su total ausencia de privilegios, lo convirtieron en defensor de los derechos civiles, en el intelectual que más y mejor supo protestar por las violaciones a los derechos humanos, en el ciudadano que mejor denunció la inmensa ineptitud y la codicia rampante de los políticos que nos gobiernan, el que le dio una buena bofetada a la demagogia monolítica. Por eso, sus seguidores, también somos, en cierto modo, un operativo a futuro, al que se le unen todos aquellos que Monsi congregó, Salvador Novo y Chano Urueta, Ramón López Velarde y Carlos Pellicer, José Emilio y Cristina Pacheco, Alejandra y Enrique Florescano, Guillermo Prieto e Ignacio Ramírez, María Félix y José Alfredo Jiménez, Tongolele y María Conesa, Rogelio Naranjo, Rius y El Fisgón, Carlos Fuentes, Cantinflas, Renato Leduc, Sergio Pitol y Luis Prieto, Carmen y Magdalena Galindo, Julio Scherer, Braulio Peralta, Vicente Rojo, Neus Espresate, porque mejor que nadie, Monsi nos metió a todos en la misma bolsa, de la periferia al centro, de la cultura popular a la de la Sala Manuel M. Ponce, nos sacudió para cubrirnos de papelitos de colores y de serpentinas y ahora somos esta piñata medio deshilachada que ustedes ven, hoy domingo 19 de junio de 2011, a las 12 del día, en este estrado dentro del mítico Palacio de Bellas Artes, que a diferencia de nosotros, los aquí presentes, como es de oro y mármol, nunca, nunca se va a morir.

*Texto que leyó Elena Poniatowska durante el homenaje que se rindió ayer a Carlos Monsiváis en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes

30 mayo, 2011

Leonora

Alberto Blanco
 
Periódico La Jornada
Domingo 29 de mayo de 2011, p. 2
Convencida de que la realidad no sólo es mucho más compleja de lo que imaginamos, sino de lo que podemos incluso llegar a imaginar, Leonora Carrington, con su telescopio y su microscopio amalgamados simbólicamente en la imagen alquímica del huevo –yema y clara, Sol y Luna, masculino y femenino, día y noche al mismo tiempo– supo siempre que en su obra era posible mirar hacia el pasado y descubrir una tradición viva que se remonta más allá de sus ancestros celtas hasta llegar a sus pinturas favoritas: el bestiario de las cuevas de Altamira. Sin embargo, en su obra también es posible escudriñar el futuro y sus pavorosos enigmas. No en balde esta artista vio la vida con ambos ojos –telescopio y microscopio, hacia fuera y hacia adentro– como escribía y dibujaba con ambas manos. Ambidiestra y ambisiniestra. Interesada en lo Grande y lo Pequeño –eso que en el simbolismo tradicional se conoce como los Grandes Misterios y los Pequeños Misterios– nunca se desentendió de los grandes temas científicos o filosóficos; pero tampoco le dio jamás la espalda a lo que podrían considerarse las minucias y los detalles de la realidad cotidiana que, en realidad, pueden ser más grandes y misteriosos que los mayores misterios y temas.

http://www.jornada.unam.mx/2011/05/29/cultura/a02n2cul

26 mayo, 2011

05 mayo, 2011

Boletín que está haciendo circular la editorial Tusquets

México, D.F. a 2 de mayo de 2011
Piden a autor desalojar auditorio en Tlaxcala
México, D.F. a 2 de mayo de 2011
 
En medio de la presentación de la novela Tijuana: crimen y olvido, en la Casa del Artista de Tlaxcala, le piden al autor que desaloje el auditorio
Hace unas semanas recibimos una invitación del Instituto Tlaxcalteca de Cultura para que nuestro autor, Luis Humberto Crosthwaite, presentara su novela más reciente, Tijuana: crimen y olvido (Andanzas, noviembre 2010), en la Casa del Artista de Tlaxcala el viernes 29 de abril, a las 18 horas.
El pasado viernes, el autor acudió al auditorio, que alojaba a unas cincuenta personas, en su mayoría estudiantes. Con los comentarios de la escritora Gabriela Conde se inició la presentación de la novela, que transcurría de manera habitual hasta que llegó el momento en que el autor hizo algunos comentarios que al parecer incomodaron al recién nombrado director del Instituto Tlaxcalteca de Cultura, Carlos Gerson Orozco García. De inmediato el autor recibió un mensaje escrito en el que se le notificaba que “por órdenes del Director debe suspender la presentación y desalojar la sala de inmediato”. Además se le informó que había patrullas afuera del lugar.         
El autor terminó de responder la pregunta que le había hecho una persona del público y dio por concluida la presentación, a continuación se acercaron unas personas a pedirle que dedicara sus libros, pero sólo alcanzó a firmar unos cuantos ya que empleados de la institución comenzaron a apagar las luces del auditorio. Crosthwaite fue escoltado hacia la salida por empleados del instituto. 
Ya en la calle, algunas otras personas le solicitaron firmar sus libros, pero fue instado nuevamente a desalojar la zona. Poco después llegó la versión oficial de que se trataba de un desalojo judicial, debido a problemas que la institución tenía con unos locatarios, razón por la que había llegado la policía. En realidad, ni el autor ni su público vieron nunca una patrulla en el lugar. Posteriormente, por medio de diversas fuentes se supo que la Casa del Artista siguió funcionando y no había sido desalojada en su totalidad, como le habían informado al escritor, seguían laborando los empleados y un taller de grabado continuó su labor sin interrupción alguna. Una hora después del incidente la casa aún mantenía sus puertas abiertas.
En el largo historial de Tusquets Editores, ésta es la primera vez que un autor nuestro sufre de este trato por parte de una institución pública. Nos indigna la intolerancia  y condenamos cualquier muestra de censura.
La novela que publicamos, Tijuana: crimen y olvido, de Luis Humberto Crosthwaite, versa sobre el peligro que corren los periodistas en el ejercicio de su profesión, lo cual convierte en algo mucho más sintomático este acontecimiento.

11 abril, 2011

“Ya estamos hasta la madre”

Este ha sido el principal grito que se ha dejado escuchar en las múltiples marchas realizadas en Cuernavaca, donde la sociedad civil se solidarizó con el escritor y periodista Javier Sicilia quien, tras el violento asesinato de su hijo, a manos del “crimen organizado”, escribió la siguiente carta, que en pocos días recorrió toda la geografía nacional, y se convirtió en motivación para otras marchas, no solamente en diversas ciudades de la república –incluyendo Tijuana-, sino fuera del país ayer miércoles 6 de abril… Aquí la carta que duele, de tan cercana y tan certera: 
Carta abierta a políticos y criminales, de Javier Sicilia 

MÉXICO, DF., 3 de abril (Proceso).- El brutal asesinato de mi hijo Juan Francisco, de Julio César Romero Jaime, de Luis Antonio Romero Jaime y de Gabriel Anejo Escalera, se suma a los de tantos otros muchachos y muchachas que han sido igualmente asesinados a lo largo y ancho del país a causa no sólo de la guerra desatada por el gobierno de Calderón contra el crimen organizado, sino del pudrimiento del corazón que se ha apoderado de la mal llamada clase política y de la clase criminal, que ha roto sus códigos de honor.
No quiero, en esta carta, hablarles de las virtudes de mi hijo, que eran inmensas, ni de las de los otros muchachos que vi florecer a su lado, estudiando, jugando, amando, creciendo, para servir, como tantos otros muchachos, a este país que ustedes han desgarrado. Hablar de ello no serviría más que para conmover lo que ya de por sí conmueve el corazón de la ciudadanía hasta la indignación. No quiero tampoco hablar del dolor de mi familia y de la familia de cada uno de los muchachos destruidos. Para ese dolor no hay palabras –sólo la poesía puede acercarse un poco a él, y ustedes no saben de poesía–. Lo que hoy quiero decirles desde esas vidas mutiladas, desde ese dolor que carece de nombre porque es fruto de lo que no pertenece a la naturaleza –la muerte de un hijo es siempre antinatural y por ello carece de nombre: entonces no se es huérfano ni viudo, se es simple y dolorosamente nada–, desde esas vidas mutiladas, repito, desde ese sufrimiento, desde la indignación que esas muertes han provocado, es simplemente que estamos hasta la madre.


Estamos hasta la madre de ustedes, políticos –y cuando digo políticos no me refiero a ninguno en particular, sino a unabuena parte de ustedes, incluyendo a quienes componen los partidos–, porque en sus luchas por el poder han desgarrado el tejido de la nación, porque en medio de esta guerra mal planteada, mal hecha, mal dirigida, de esta guerra que ha puesto al país en estado de emergencia, han sido incapaces –a causa de sus mezquindades, de sus pugnas, de su miserable grilla, de su lucha por el poder– de crear los consensos que la nación necesita para encontrar la unidad sin la cual este país no tendrá salida; estamos hasta la madre, porque la corrupción de las instituciones judiciales genera la complicidad con el crimen y la impunidad para cometerlo; porque, en medio de esa corrupción que muestra el fracaso del Estado, cada ciudadano de este país ha sido reducido a lo que el filósofo Giorgio Agamben llamó, con palabra griega, zoe: la vida no protegida, la vida de un animal, de un ser que puede ser violentado, secuestrado, vejado y asesinado impunemente; estamos hasta la madre porque sólo tienen imaginación para la violencia, para las armas, para el insulto y, con ello, un profundo desprecio por la educación, la cultura y las oportunidades de trabajo honrado y bueno, que es lo que hace a las buenas naciones; estamos hasta la madre porque esa corta imaginación está permitiendo que nuestros muchachos, nuestros hijos, no sólo sean asesinadossino, después, criminalizados, vueltos falsamente culpables para satisfacer el ánimo de esa imaginación; estamos hasta la madre porque otra parte de nuestros muchachos, a causa de la ausencia de un buen plan de gobierno, no tienen oportunidades para educarse, para encontrar un trabajo digno y, arrojados a las periferias, son posibles reclutas para el crimen organizado y la violencia; estamos hasta la madre porque a causa de todo ello la ciudadanía ha perdido confianza en sus gobernantes, en sus policías, en su Ejército, y tiene miedo y dolor; estamos hasta la madre porque lo único que les importa, además de un poder impotente que sólo sirve para administrar la desgracia, es el dinero, el fomento de la competencia, de su pinche “competitividad” y del consumo desmesurado, que son otros nombres de la violencia.

De ustedes, criminales, estamos hasta la madre, de su violencia, de su pérdida de honorabilidad, de su crueldad, de su sinsentido.
Antiguamente ustedes tenían códigos de honor. No eran tan crueles en sus ajustes de cuentas y no tocaban ni a los ciudadanos ni a sus familias. Ahora ya no distinguen. Su violencia ya no puede ser nombrada porque ni siquiera, como el dolor y el sufrimiento que provocan, tiene un nombre y un sentido. Han perdido incluso la dignidad para matar. Se han vuelto cobardes como los miserables Sonderkommandos nazis que asesinaban sin ningún sentido de lo humano a niños, muchachos, muchachas, mujeres, hombres y ancianos, es decir, inocentes. Estamos hasta la madre porque su violencia se ha vuelto infrahumana, no animal –los animales no hacen lo que ustedes hacen–, sino subhumana, demoniaca, imbécil. Estamos hasta la madre porque en su afán de poder y de enriquecimiento humillan a nuestros hijos y los destrozan y producen miedo y espanto.
Ustedes, “señores” políticos, y ustedes, “señores” criminales –lo entrecomillo porque ese epíteto se otorga sólo a la gente honorable–, están con sus omisiones, sus pleitos y sus actos envileciendo a la nación. La muerte de mi hijo Juan Francisco ha levantado la solidaridad y el grito de indignación –que mi familia y yo agradecemos desde el fondo de nuestros corazones– de la ciudadanía y de los medios. Esa indignación vuelve de nuevo a poner ante nuestros oídos esa acertadísima frase que Martí dirigió a los gobernantes: “Si no pueden, renuncien”. Al volverla a poner ante nuestros oídos –después de los miles de cadáveres anónimos y no anónimos que llevamos a nuestras espaldas, es decir, de tantos inocentes asesinados y envilecidos–, esa frase debe ir acompañada de grandes movilizaciones ciudadanas que los obliguen, en estos momentos de emergencia nacional, a unirse para crear una agenda que unifique a la nación y cree un estado de gobernabilidad real. Las redes ciudadanas de Morelos están convocando a una marcha nacional el miércoles 6 de abril que saldrá a las 5:00 PM del monumento de la Paloma de la Paz para llegar hasta el Palacio de Gobierno, exigiendo justicia y paz. Si los ciudadanos no nos unimos a ella y la reproducimos constantemente en todas las ciudades, en todos los municipios o delegaciones del país, si no somos capaces de eso para obligarlos a ustedes, “señores” políticos, a gobernar con justicia y dignidad, y a ustedes, “señores” criminales, a retornar a sus códigos de honor y a limitar su salvajismo, la espiral de violencia que han generado nos llevará a un camino de horror sin retorno. Si ustedes, “señores” políticos, no gobiernan bien y no toman en serio que vivimos un estado de emergencia nacional que requiere su unidad, y ustedes, “señores” criminales, no limitan sus acciones, terminarán por triunfar y tener el poder, pero gobernarán o reinarán sobre un montón de osarios y de seres amedrentados y destruidos en su alma. Un sueño que ninguno de nosotros les envidia.
No hay vida, escribía Albert Camus, sin persuasión y sin paz, y la historia del México de hoy sólo conoce la intimidación, el sufrimiento, la desconfianza y el temor de que un día otro hijo o hija de alguna otra familia sea envilecido y masacrado, sólo conoce que lo que ustedes nos piden es que la muerte, como ya está sucediendo hoy, se convierta en un asunto de estadística y de administración al que todos debemos acostumbrarnos.
Porque no queremos eso, el próximo miércoles saldremos a la calle; porque no queremos un muchacho más, un hijo nuestro, asesinado, las redes ciudadanas de Morelos están convocando a una unidad nacional ciudadana que debemos mantener viva para romper el miedo y el aislamiento que la incapacidad de ustedes, “señores” políticos, y la crueldad de ustedes, “señores” criminales, nos quieren meter en el cuerpo y en el alma.
Recuerdo, en este sentido, unos versos de Bertolt Brecht cuando el horror del nazismo, es decir, el horror de la instalación del crimen en la vida cotidiana de una nación, se anunciaba: “Un día vinieron por los negros y no dije nada; otro día vinieron por los judíos y no dije nada; un día llegaron por mí (o por un hijo mío) y no tuve nada que decir”. Hoy, después de tantos crímenes soportados, cuando el cuerpo destrozado de mi hijo y de sus amigos ha hecho movilizarse de nuevo a la ciudadanía y a los medios, debemos hablar con nuestros cuerpos, con nuestro caminar, con nuestro grito de indignación para que los versos de Brecht no se hagan una realidad en nuestro país. 
Además opino que hay que devolverle la dignidad a esta nación.