24 julio, 2006

Niña Rosa

A Karely
(por tus dulces mentiras que ahora extraño.)


Doy un paso dentro de una calle solitaria, me veo reflejado como sombra, frágil, el viento que acompaña tu recuerdo podría tirarme en la alcantarilla, bajo la sombra donde dios no pudo poner sus divinas manos hechas mierda.Camino solo con el riesgo de morir taciturno en cualquier rincón del mundo. Avanzo, busco mi casa, no está donde la dejé, camino muchos kilómetros, ya ha pasado el día, la noche, se ha ido la luna a ocultarse a cualquier espacio negro de mi conciencia. Al fin descubro un lugar donde hay ratas, se que ahí es mi casa, meto la llave, entro, ahí me esperan rostros muertos, algunos otros cansados por cargar tanta eternidad.
Entro al cuarto que parece ser mío. Lo reconozco, es una habitación oscura donde las putas del mundo guardan sus pedazos de carbón quemados en los corazones solitarios de hombres como yo; dentro del cuarto me recibe una gran colección de mariposas mutantes, son en realidad cuerpos de mujer con alas quemándose que mantienen encendida la mecha de mis desquicios. Hay, a un lado, una mesa negra, arriba, en el techo, colgando de cabeza una cama, en el piso esta otra, la del techo es en la que duermo, la del piso sirve sólo para que tu recuerdo estúpido de niña rosa duerma con las piernas abiertas, tal vez mientras agonizo mi miembro que desgarrado escurre su sangre, te penetre, te parta en dos para que nunca pruebes las mieles de la redención.
Mi cama la sostiene una araña que de vez en cuando chupa mi sangre. La mesa normal sostiene las letras que a veces se queman taciturnas sobre tu sexo. Estoy sentado en el techo, de cabeza, cerca de mi cama, recuerdo lo qué hice, lo escribo.
Me desprendo, viajo al suelo, comienzo a volar, la habitación es azulosa, doy muchas vueltas alrededor, entre una cama y otra, me detengo, estoy desnudo, boca abajo, dejo caer al piso la eternidad que atraviesa tu vientre de niña estúpida.
Por Abismo